DAVID BERNARDO LÓPEZ LLUCH

Ya sabemos que todos los hombres fuertes, gallardos y valerosos vivieron antes de la época de Agamenón… después sólo hubo medias tintas y aprovechados… Las princesas también son de otra época. Les pido perdón por empezar con una ironía… ésa de que cualquier  tiempo pasado fue mejor.

En cualquier caso, y centrándonos, sabemos que ya existían vides y vino en la región de Champagne mucho antes de los días del sagaz Dom Perignon.  No debemos olvidar que se mantuvieron por la necesidad de celebrar misa con vino para la Consagración. Sin eso, es bastante probable que hubiesen desaparecido.  Este hecho y la pericia humana propiciaron el desarrollo de técnicas para sacar el mejor partido a la vid.  Fue gracias a las condiciones climáticas adversas para el cultivo lo que hizo posible que los monjes de aquella época se esforzaran en sacar lo mejor de la planta que no ocupa. Es siempre la necesidad la que mueve al ser humano.

Las laderas calcáreas que bordean el Marne eran ya conocidas por ofrecer especiales condiciones para el cultivo de la vid. Los sacerdotes y monjes, cuyos votos de sobriedad, como ya vimos,  no hacía disminuir su apreciación de las cosas buenas de esta vida, cultivaban la vid y hacían vino. Los productos de sus viñedos se benefician generalmente de una mejor reputación  que la de sus vecinos laicos. Además, fueron, por un lado, lo suficientemente inteligentes como para apoderarse de la mayor parte de las mejores parcelas y lo suficientemente rápidos, por otro, a la hora de difundir en el extranjero la fama de sus vinos.  En el capítulo anterior rendimos homenaje a los monjes de la Edad Media.  En este capítulo, y en algunos más, nos ocuparemos de intentar explicar la historia de la región de Champagne y de sus vinos desde una óptica más “laica”.

El vino de esta región ya estaba en las mesas de los reyes de la Edad Media… eso también lo sabemos.

Volvemos a recordar que en la Edad Media, el vino era la bebida común de todas las clases sociales en el sur de Europa, ya que se cultivaban vides con relativa facilidad debido al clima. En el norte y el este de nuestro continente, donde era más difícil cultivar la vid, la cerveza era la bebida habitual de plebeyos y nobles.  No olvidemos que el agua solía ser fuente de enfermedades.

El vino se exportaba a estas regiones del norte pero, debido a su precio relativamente alto, rara vez era consumido por las clases más bajas del norte de Europa. En los primeros siglos de la Edad Media, el vino local es consumido por reyes y alta nobleza y su comercialización es difícil debido a un mal sistema de transporte.

A principios del siglo IX, Reims volvió a ser importante por una coronación.  En el año 813, Louis el Piadoso, hijo de Carlomagno, fue coronado en Reims como co-emperador.  Fue la primera coronación que tuvo lugar en esta ciudad.

La importancia que esto otorga a la ciudad lleva al arzobispo Ebón (816-835) a iniciar en ese mismo 816 las obras de una nueva catedral para reemplazar el edificio del siglo V. Para la construcción se utilizaron piedras de las murallas, demostrando la sensación de seguridad que había en la época. Fue continuada por el arzobispo Hincmaro (845-882) y consagrada en 862. Flodoardo la describe como un edificio imponente, con pavimento de mármol, bóvedas pintadas, vidrieras, un frontón adornado con mosaicos y techo de plomo.

Pero los ataques normandos obligan a restaurar las murallas entre los años 883 y 887, para lo cual se emplearon también las piedras de una iglesia destruida por los normandos. El recinto fortificado continuaba cubriendo unas 60 hectáreas.

En este gran acontecimiento, los asistentes bebieron el vino de la región alabando y expandiendo la fama de estos vinos y de su calidad.   Ya vinos que se hablaba de dos clases de vinos: vins de la montagne (la montaña de Reims) y vins de la riviere (el río Marne en Epernay). Los vinos de la aldea de Aÿ, vinos generalmente tintos claros, seguían siendo muy famosos. De hecho, lo siguen siendo. De esto hablaremos pronto con más detalle. Tengo una deuda con ese pueblo y esos vinos.

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Carlomagno corona a Luis el Piadoso. Autor Desconocido – Grandes Chroniques de France, France, Paris (BnF Français 73, fol. 128v)

Queremos insistir también en que la historia no ha sido un camino de rosas en ningún lugar y el territorio que nos ocupa no es una excepción.  La región de Champagne ha sido un campo de batalla para muchas guerras y conflictos. Por ejemplo, durante el siglo X, Reims fue sitiada cuatro veces y Epernay fue atacada por lo menos seis veces y sus viñedos quemados y arrasados.

En medio de un siglo X que ha sido, con demasiada frecuencia, presentado desde el Renacimiento como un «siglo de hierro», nos encontramos que, tras aprender el oficio mediante el registro preciso de Annales y componiendo una epopeya del Cristianismo que, sin duda, debemos calificar de grandiosa, sus Les Triomphes du Christ, el canónigo Flodoardo escribe Histoire de l’Eglise de Reims. Esta obra narra los orígenes de la misma desde la época romana hasta 948.

De esta forma, contribuye a que Reims ocupe su lugar entre las ciudades augustas. Según uno de sus mitos fundacionales, de los que ya hemos hablado, fue fundada por Remo en el momento en que Rómulo fundó Roma. Desde la misma Roma, la ciudad habría recibido, enviados por nada menos que San Pedro, sus primeros obispos. A través del mito de San Remigio y del bautismo de Clodoveo, del que hemos hablado extensamente, la ciudad fue la puerta de entrada de los francos en la historia con mayúsculas.

Para escribir la historia de estos tiempos míticos, Flodoardo utiliza mitos clásicos tanto paganos como cristianos (Tito Livio, Julio César y Orosio, entre otros). También hace de arqueólogo y da carta de nobleza a los edificios más antiguos de la ciudad.

Una vez instalado en los archivos de la catedral, ilustra cómo se constituye el patrimonio eclesiástico de la ciudad; muestra cómo, desde el siglo VI hasta el IX, se establecen instituciones clave, hasta llegar al prestigioso arzobispado de Hinemaro (845 -882), del que inventaría la abundante correspondencia. A partir de ese momento, realmente se reafirma la Iglesia de Reims mientras que el Imperio Carolingio se divide. Más allá de las fronteras del Tratado de Verdún (843), los arzobispos de Reims mantendrán  una red europea de relaciones que prolonga el proyecto imperial carolingio.

Aclaramos que el Tratado de Verdún, firmado en el 843, consistió en la división del Imperio Carolingio entre los hijos de Ludovico Pío: Carlos El Calvo, Lotario I, poseedor de la corona imperial y Luis el Germánico.  La desintegración del Imperio no sólo puso fin a las hostilidades y revueltas civiles, sino que echó por tierra toda esperanza de mantener unido al imperio. Tras esta división y con pocas modificaciones, se dio una primera forma a un boceto de Europa tal como la conocemos.

La consecuencia inmediata de este tratado para la región que nos ocupa fue que la frontera administrativa, surgida de la organización de las provincias romanas, y constituida por  el valle del Marne, fue sustituida por una frontera norte-sur para separar los reinos de Lotario y Carlos el Calvo. Los viñedos de Reims, del Marne y del Aube se situaron todos a oeste de esta línea. Aunque el Norte quedó bajo la tutela de los arzobispos de Reims y el sur bajo la de los condes de Troyes, se había establecido, de esta forma, el primer jalon de la unidad de los viñedos de Champagne.

Flodoardo es, en primer lugar, un hombre de su tiempo. Al escribir Histoire de l’Eglise de Reims también plantea las preguntas que surgen tras los disturbios de la primera mitad del siglo X y que describe en su último libro. Así, propone respuestas para un período que abarca más de mil años. Inscribe esos hechos en los espacios que habitan sus contemporáneos. La ciudad de Reims, los bienes que dependen de su iglesia, los lugares a los que fueron llevados las reliquias de santos de Reims y los destinatarios de la correspondencia arzobispal dibujan conjuntos de lugares que son, para los lectores de Flodoardo, la garantía de la verdad narrativa del historiador.

Durante los siglos del medievo, esta región fue devastada varias veces. Sin embargo, encontró la manera de preservarse  y recuperar sus glorias pasadas. En algunos aspectos, podemos encontrar cierta semejanza con la resistencia de la región del Jerez en España, que ha sufrido un montón de calamidades pero siempre sobrevive.

LOS CONDES DE CHAMPAGNE

Esta región forma una unidad política desde el siglo X, época en la que se unieron los condados de Troyes y Meaux bajo la casa de Vermandois.  Herbert II (muerto allá por el 943) fue el primer señor efectivo de la región que hoy conocemos como Champagne. En el 922, cuando Seulfo se convirtió en arzobispo de Reims, y en un esfuerzo por apaciguar a Herbert II,  este arzobispo le prometió solemnemente a Herbert II que podía designar a su sucesor.

En 923, el conde Herbert II tomó la valiente (según él), otros dirían que osada decisión… otros hablarían abiertamente de traición… de encarcelar al rey Carlos III el Simple (que, todo hay que decirlo, siempre tuvo la habilidad de exasperar a muchos nobles, de hecho ya fue encarcelado en el 920 por sus favoritismos con el Conde Hagano y liberado merced a las negociaciones de Hervé, arzobispo de Reims por aquel entonces). Este rey murió cautivo en el 929.

Tras la muerte  de Seulfo en 925, y con la ayuda del rey Rodolfo de Francia (rey entre el 923 y el 936), Herbert II adquirió para su segundo hijo Hugo (que entonces sólo tenía cinco años) el arzobispado de Reims. Herbert II envió, además,  emisarios a Roma para que el Papa Juan X diese  su aprobación,  que se produjo en el  926. Así, el joven Hugo fue enviado a estudiar a Auxerre.

Por otro lado, en el 926, a la muerte del conde Roger de Laon, Herbert II exigió este condado para su hijo mayor Eudes.  El conde tomó la ciudad desafiando al rey Rodolfo en 927 y no dudó en amenazar con liberar al rey Carlos III, que seguía cautivo bajo su custodia. Así, Herbert II logró mantener la ciudad cuatro años más. Sin embargo, al morir Carlos III en el año 929, Rodolfo volvió a atacar Laon en 931 derrotando a Herbert II.

Ese mismo año, el rey Rodolfo entró en Reims derrotando a las tropas del jovencísimo arzobispo Hugo, el hijo de Herbert II. Artaud se convirtió en el nuevo arzobispo de Reims. Así, Herbert II perdió, en tres años, Vitry, Laon, Château-Thierry y Soissons. La intervención de su aliado, Enrique conocido como “El Pajarero”, le permitió recuperar sus dominios (excepto Reims y Laon) a cambio de su sumisión al rey Rodolfo.

Más tarde, Herbert II se alió con Hugo el Grande (su cuñado) y Guillermo, duque de Normandía, contra el rey Luis IV. Este rey había asignado el Condado de Laon a Roger II, hijo de Roger I, en el  941. Herbert y Hugo el Grande recuperaron Reims y capturaron a Artaud.  Hugo, el hijo de Herbert II, fue repuesto como arzobispo. La mediación del rey alemán Otto I en Vise, cerca de Lieja, en 942 permitió la normalización de la situación.

Herbert II murió el 23 de febrero de 943 en Saint-Quentin, Aisne (la capital del condado de Vermandois), según algunos colgado por orden de Luis IV.

Herberto II colgado

Herbert II colgado por orden de Louis IV. Anónimo

Sus vastos señoríos y territorios se dividieron entre sus hijos. Vermandois y Amiens fueron para sus hijos mayores. Robert y Herbert, los hijos más jóvenes, obtuvieron las posesiones alrededor de Champagne. A la muerte de Robert, el hijo de su hermano Herbert III lo heredó todo. Esteban, el único hijo de Herbert III murió sin descendencia en el 1019 terminando así la saga masculina de Herbert II.

Sirva la narración de esta peripecia como ejemplo de los ajetreados que eran aquellos tiempos… y pensemos qué tipo de vida debían llevar los campesinos y lo arriesgado que sería invertir en cualquier negocio.

En el siglo XI, las terribles incursiones bárbaras de los dos siglos anteriores habían cesado. Era parte del recuerdo la visión de los normandos descendiendo en 882 desde Condé-sur-l’Escaut sobre en Reims y la región. También sólo se recordaba a los húngaros en 937 saqueando y quemando toda la región de Champagne. Los años de la peste y el hambre se hicieron menos frecuentes (en el año 873 y el 1027 hubo que desenterrar cadáveres para poder comer). Sin embargo, todavía se señalan episodios de hambre en 1145 y 1197.

Una vez olvidados los terrores del año mil, el viticultor, en este periodo de calma, se dedicó a la suyo… a cultivar viñedos. Los viñedos de fincas principescas, del clero y monásticos eran trabajados por hombres libres pero sobre todo por siervos. Las liberaciones, sin embargo, no eran infrecuentes. Así, por ejemplo, tenemos en el Testamento de San Remigio:

En cuanto a ti, Lobo, obispo, hijo de mi hermano … serás dueño de la viña cultivada por Eneas; y quiero que Eneas, y su joven hijo Manulfo, disfruten de la libertad.

Es interesante que, en esta época, el aprovechamiento de la tierra vinculase la propiedad de la tierra y la mano de obra campesina. Así nos, sabemos por el Polyptique de l’Abbaye de Saint-Rémi (que ya citamos)que los viñedos de esta abadía estaba compuesta por viñedos señoriales, los mansus indominicatus, y por manses, parcelas asignadas a aparceros. Los primeros eran cultivadas por siervos y hermanos laicos de la abadía, la otra por dichos aparceros inquilinos, siervos u hombres libres q través de un contrato por el que debían entregar dos tercios de la cosecha a la abadía pudiendo guardar el resto para ellos.

Poco a poco, estos viticultores accedían a la propiedad de la tierra comprando las viñas con el dinero resultante de la venta de la parte de su producción o por herencia tal y como se puede leer también en el Testamento de San Remigio:

Quiero que Vital, mi obrero, sea libre. Le doy la vid que hice plantar en Vindonissa.

También sabemos por Histoire de la Vigne et du Vin en France de Roger DION que, para promover la expansión de la viña, se establecieron cierto tipo de contratos. Así, un agricultor llegaba a un acuerdo con el propietario de un terreno baldío, o menos frecuentemente de un terreno ya cultivado o con vides abandonadas.  En virtud de dicho acuerdo, el agricultor se comprometía a plantar vides. El propietario, al que le interesaba que esa tierra fuese cultivada, dejaba al agricultor como amo absoluto del terreno durante cinco años (tiempo estimado necesario para la realización de las diversas tareas, algunas de ellas largas, delicadas y costosas) necesarias para plantar y poner a punto un viñedo.

Una vez transcurrido el plazo, el viñedo se dividía en dos partes iguales, una de ellas quedaba en manos del dueño de la tierra y la otra pasaba a manos del cultivador de distintas formas según la época, el país y las variadas legislaciones.  Esto incluía desde la plena propiedad al simple disfrute de los frutos de las mejoras. Sin embargo, salvo raras excepciones, todas implicaban el pago de un canon anual a veces consistente en dinero aunque, por lo general, era una parte de la cosecha.  Esto sería una variante más de lo que se conoce como censo enfiteútico.

En el siglo XI, este territorio fue adquirido por el conde de Chartres y Blois, pasando a depender la zona de esta casa los siguientes 100 años, durante los cuales fue objeto de numerosas particiones entre sus herederos.

Los condes de Troyes se convierten en condes de Champagne en el 1102 con Hugo I de Champagne, hijo de  Thibault III de Blois. Sin embargo, la parte septentrional de la región seguirá bajo el dominio de los arzobispos de Reims.

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Sello de  Hugo I, primer Conde de Champagne. Anne Franco̧is Arnaud – Voyage archéologique et pittoresque dans le département de l’Aube et dans l’ancien diocèse de Troyes

El primer documento que se conserva de él (y que es el documento más antiguo del archivo condal) es una donación para un monasterio en 1094. El documento que más repercusión ha tenido de su reinado es la donación de tierras que hizo en 1115 al monje Bernardo de la reformada orden benedictina de Cîteaux, los cistercienses, para fundar la abadía de Clairvaux (en el actual Ville-sous-la-Ferté), en un valle de un afluente del rio Aube. Allí, Bernardo fue nombrado abad y se hizo famoso como Bernardo of Clairvaux. La carta de Hugo incluye la donación de edificios, campos, prados, viñedos, bosques y agua. También existe una afectuosa carta de Bernardo a Hugo, escrita en 1125, cuando Hugo viaja a Tierra Santa por tercera vez para unirse a los Templarios dejando a su esposa embarazada y desheredando a su hijo Eudes I. Hay que aclarar que Hugo se consideraba impotente y nunca reconoció a su hijo.

En 1125, abdicó de su título de conde, pasando su legado a su sobrino Thibault IV de Blois (que fue conde de Champagne como Thibault II hasta 1152) y se unió a la orden del Temple en Tierra Santa, siendo uno de sus fundadores. Muere en 1126.

En los siglos XII y XIII, la región alcanzó un periodo de relativo esplendor, sobre todo a finales del XII, con María de Francia, condesa de Champagne e hija de Leonor de Aquitania.

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María de Francia, condesa de Champagne. Marie Henri d’Arbois de Jubainville – Essai sur les sceaux des comtes et comtesses de Champagne

 

En esta época, las viñas ya estaban presentes por todo el espacio que hoy ocupa Champagne. En un libro titulado Carte historique des vignobles de la Marne, publicado en 1900, Raoul CHANDON DE BRIALLES ha identificado, dentro de los límites del actual departamento del Marne, 131 municipios cuyo territorio incluía la presencia de viñedos a principios del siglo XII.  La zona de Reims tenía la densidad más alta, seguida por la de Epernay y, muy por detrás,  estaría Chalons-sur-Marne, St. Menehould, Vitry-le-François y Sézanne. La vid también se había extendido por los valles altos del Sena y Aube. Por tanto, podemos considerar que al final de la Edad Media existían, en Champagne, viñedos  y una organización vitícola que permitirían el comienzo de la comercialización de los vinos producidos.

Le siguieron un periodo de guerras con los reyes de Francia, que recelaban de los condes por el hecho de que sus tierras rodeaban los dominios reales.

Thibault IV (y I de Navarra), el nieto de María de Francia, reunificó los territorios. Heredó el condado de su padre, Thibault III conde de Champagne, y tuvo que defenderlo dos veces. Primero, contra su tío el conde de Brienne en 1221 y, más tarde contra su tía Alicia, reina de Chipre.

Este noble también es conocido como “el Trovador” por su fama de poeta, que ya tuvo en su época y que la historia ha confirmado. Se conservan cincuenta y tres composiciones, entre ellas canciones corteses, debates, pastourelles, serventesios de carácter moralizante y cantos de cruzada.

Este señor también era “inquieto”. Muerto Sancho VII, los navarros olvidaron la voluntad del rey, en la que hacía heredero suyo a Jaime I de Aragón y llamaron a Thibault, quien al mes de la muerte de su tío se presentó en Pamplona, donde juró los fueros del reino, nutriendo a la corona de Navarra con una reconocida dinastía de adinerados vasallos del rey de Francia afincados en el norte del reino e instaurando la llamada “Casa de Champagne”.

En 1238 dirigió un ejército cruzado a Tierra Santa. A pesar de ser derrotado, las rencillas entre musulmanes le permitieron firmar la paz y obtener para los cristianos Jerusalén, Belén y Ascalón. Regresó de la cruzada a finales de 1240, pasando gran parte de su reinado viajando continuamente de Navarra a Champagne.

Murió en Pamplona al regreso de uno de sus viajes a Champagne, siendo enterrado en la Catedral de esa ciudad.

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Thibauld I de Navarra y IV de Champagne. Anónimo (Chansons de Thibaut I de Navarre) (Bibliothèque nationale de France, Français 12615, fol. 1, Detalle)

 

En cualquier caso, el término Champagne vinculado a un territorio concreto no se acuñó hasta el siglo XIII, y poco a poco, el sistema feudal se fue consolidando.

Afortunadamente, estos conflictos acabaron en 1284, cuando Juana de Navarra y Champagne (última de las reinas de Navarra de la Casa de Champagne) se casó con Felipe, que fue rey de Francia como Felipe IV “El Bello”. Al ser coronado su hijo en 1314, con el nombre de Luís X, Champagne pasó a formar parte definitivamente de la corona francesa.

Él y sus sucesores contribuyen a desarrollar todavía más las grandes ferias de la región, asegurando su regularidad y su seguridad, que entonces no era poco, ya que los caminos estaban repletos de salteadores. De eso hablaremos al final del capítulo más despacio.

 

LA PRODUCCIÓN AGRARIA EN LA EDAD MEDIA

Hemos visto como ésta es una época en la que la Iglesia y la nobleza unían su poder y su riqueza en causas comunes, como las Cruzadas, aunque también solía haber disputa entre ellos, normalmente, por la explotación de las tierras, siendo el campesino quien sufría las consecuencias. Ya se sabe, cuando los elefantes se pelean, la que sufre es la hierba.

La producción agraria en esta época nos interesa más que las guerras y gestas… y vamos a intentar explicarla… aunque luego volveremos a Champagne. Siempre volvemos a Champagne.

Como punto de partida, debemos tener presente que la economía del Imperio Romano se basaba principalmente en el mundo agrario, manteniendo un cierto comercio e intercambio de productos agrarios entre los distintos territorios. Para esto era básico que existiera seguridad y vías de comunicación.

Tras la caída del Imperio Romano de Occidente, en los primeros siglos de la Edad Media, este modelo se hizo mucho más cerrado, apareciendo una agricultura básicamente destinada a la población local.  El sistema era relativamente homogéneo en toda Europa: huertas donde había disponibilidad de agua cerca de las poblaciones, un poco más lejos leguminosas y,  finalmente, tierras de secano destinadas a cereales.  Además, las tierras no roturadas proporcionaban pastos para el ganado y bosques donde se obtenía caza, recolección de frutos y leña.

Por otro lado, desde comienzos de la Edad Media, la vida comercial y urbana estaba prácticamente estancada. El campo fue el gran protagonista de gran parte de la Edad Media europea. Los recursos que aportaban la agricultura y la ganadería eran la base de la economía y el medio rural era el centro de las relaciones sociales.

La importancia de la producción y los trabajos en la agricultura era hasta tal punto fundamental, que marcaba la vida diaria. Los calendarios, y por lo tanto las fiestas, se establecían a partir de los trabajos agrícolas, identificándose cada mes con su tarea correspondiente. Todas nuestras festividades tienen origen agrario y están vinculadas al ciclo de cosechas. Al surgir las culturas urbanas, los rituales agrarios no desaparecieron, sino que se adaptaron a las nuevas circunstancias y necesidades. Por eso, las fiestas paganas más importantes traspasaron el ámbito campesino y se convirtieron en ciudadanas. Así, la fecundidad que, en origen solicitaban para el campo y el ganado, pasó a comprenderse como prosperidad y riqueza para la ciudad… aunque eso es otra historia.

Son numerosos los ejemplos conservados hoy día que recogen esas actividades en pinturas murales, relieves escultóricos de iglesias y miniaturas de los manuscritos. Es gracias a muchos de estos casos que conocemos cómo era la vida cotidiana entre las comunidades agrarias de la Europa medieval. En nuestro país, uno de calendarios agrícolas más conocidos es de los arcos del Panteón Real de San Isidoro de León. Hay otros calendarios (o mensarios) como el de la Cripta norte de Roda de Isábena, la Portada de San Nicolás en el Frago (las dos en Huesca) o la Bóveda de Ardanaz en Navarra.  Calendarios agrícolas también son los de la iglesia de Beleña y el de la cercana iglesia de Campisábalos (Guadalajara), el de la portada de la iglesia del monasterio de Ripoll (Gerona), el de la portada de la iglesia de Hormaza (Burgos) y el del Tapiz de la Creación en la catedral de Gerona… pero no nos desviemos.

calendario julio

Imagen del Calendario del Panteón Real de San Isidoro de León relativa al mes de julio.

 

Sin embargo, la agricultura se hallaba muy poco desarrollada. La nobleza, propietaria de la tierra, era adversa a las novedades y prefería gastar su dinero en armas y objetos lujosos en lugar de  financiar la introducción de nuevas técnicas agrícolas o la mejora de las que ya existían. Esta situación empezó a cambiar a fines del siglo XI como ahora intentaremos explicar.

La mayor parte de la población en esta época es campesina. Sin embargo, dentro de lo que podemos llamar campesinos, no todos tenían la misma categoría y condición social.

Algunos de ellos eran hombres libres. Entre éstos, algunos eran incluso pequeños propietarios que vivían de sus propias tierras. Eran los villanos. Las tierras que trabajaban eran llamadas alodios. Otros, en cambio, llamados colonos, le arrendaban al señor feudal una pequeña parcela de tierra llamada manso.

El segundo grupo eran los que podían ser considerados casi como esclavos: los siervos. De hecho, algunos mantienen que descendían de los esclavos romanos. Los siervos eran los únicos que trabajaban para mantener al clero y a la nobleza y que pagaban impuestos. Había distintos tipos de siervos. Los que cultivaban las tierras del señor eran los siervos de la gleba. Estas tierras eran llamadas mansos serviles.

Los siervos de la gleba tenían su propia casa, subsistían con el producto de su propio trabajo y, en caso necesario, podían vender lo que les sobraba de su cosecha. Por eso, su mantenimiento no dependía directamente de su amo. La obligación del señor era defender a las personas que vivían de sus tierras y darles refugio en tiempos de guerra. A cambio de esto, los siervos debían dar al señor una renta anual bien en dinero o en especies.   También debían pagar si se casaban y debían entregar al señor una parte de su herencia. Además, debían realizar la corvée (trabajar durante un determinado número de días  las tierras del señor); pagar lo que se llamaba banalidad (una tasa por usar obligatoriamente los “servicios” del castillo: el molino, la prensa de vino y el horno entre otros); y pagar la taille, un impuesto directo y personal consistente en entregar una suma indeterminada de dinero cada vez que el señor lo ordenaba.

El tema de los impuestos es muy importante para obtener información. Así, sabemos que cierta abadía de la zona de Champagne recibía bastante cantidad de uva de los viticultores locales, proveniente de lugares tales como Aÿ y Avenay en concepto de diezmos. La naturaleza de esos diezmos fue objeto de incesantes litigios entre los campesinos y el abad. Gracias a estas polémicas, sabemos que cultivaban la variedad tinta Pinot Noir. También sabemos que el abad quería recibir los diezmos en el mismo viñedo. En el momento de la vendimia se distribuían los trentins (eran unos anchos recipientes que se llenaban de la mayor cantidad posible de uvas). En Aÿ, un trentin de cada once era para el abad. Al aplastar las uvas los vinos se coloreaban y no eran perfectamente blancos.

A pesar de las diferencias que acabamos de explicar, la mayoría de los campesinos vivía en situación de pobreza, explotación y dependencia. El anhelo por parte de muchos siervos por conseguir su libertad y los repetidos esfuerzos del campesinado libre para obtener algún beneficio fueron motivo de frecuentes revueltas.

A la largo de la Edad Media, se produjeron bastantes cambios e innovaciones tecnológicos. Algunos de estos cambios fueron el arado de ruedas y la vertedera (siglo XI). Si unimos a éstos el yugo frontal, la collera y la aparición de la herradura, se hizo posible la sustitución del buey por el caballo para tirar de una carga. Esto impulsó el transporte terrestre e hizo posible la multiplicación de los trabajos agrícolas gracias a la mayor velocidad conseguida. El arado de ruedas permitía remover la tierra más fácilmente permitiendo al campesinado no requerir de la azada para complementar el uso del arado romano que hace un trabajo menos profundo. El empleo del hierro para fabricar herramientas (aunque sobre todo se usaba para hacer armas) las hizo mucho más efectivas.  Aparecieron nuevas herramientas para el campo como es el caso de hoces, guadañas, azadas o rastrillos. No obstante, su efecto en las técnicas agrícolas fue limitado. Estas herramientas eran muy caras con lo que se siguió trabajando con herramientas de madera. Así como curiosidad, tras el arado, era necesario deshacer  los terrones de tierra con mazas de madera.

Por otro lado, se empezaron a utilizar los molinos de agua y de viento (eran conocidos desde la Antigüedad pero fue en el siglo XI cuando se generalizó su uso). Esta tecnología hizo mucho más fácil la actividad agraria. Además, se aplicó a otras actividades artesanales como batanes y molinos de curtir. No somos ingenuos, buena parte de las razones para la expansión de los molinos se basan en que eran controlados por el señor feudal. Garantizaba al mismo obtener importantes ingresos mediante la imposición de su utilización a sus siervos. De todos es conocida, y el refranero hace honor a ella,  la mala fama de los molineros: Cien sastres, cien molineros y cien tejedores, hacen justos trescientos ladrones. Esta fama de ladrones también viene recogida en el Lazarillo de Tormes (1554) Pues siendo yo niño de ocho años, achacaron a mi padre ciertas sangrías mal hechas en los costales de los que allí a moler venían, por la cual fue preso, y confesó y no negó, y padeció persecución por justicia. Hay multitud de ejemplos:

  • De molinero mudarás, pero de ladrón no saldrás.
  • De molinero a ladrón no hay más que un escalón; y ése es tan bajo, que lo sube un escarabajo.
  • Molinero y ladrón, dos cosas suenan y una son.
  • Maestro de molino, ladrón fino.

En cuanto a las técnicas utilizadas, fue fundamental la introducción de la rotación trienal, consistente en dividir las tierras en tres partes. A cada parte se le asignaba un cultivo de forma rotatoria: cultivos de invierno, de primavera y al barbecho. Esto aumentó y diversificó mejoró la producción y se consiguió una mayor diversificación de la misma.

Estos cambios causaron un crecimiento, tanto en la variedad como en la cantidad de las cosechas, que tuvo efectos importantes en la dieta de la población  en la economía y sociedad de la época.  Gracias a un clima especialmente suave y a esos adelantos tecnológicos, la agricultura prosperó hacia fines del siglo XI.  El ejemplo de los monasterios, especialmente de la Orden benedictina expandidos por toda Europa occidental (Cluny y Císter), de esto ya hemos hablado, extendió prácticas agrícolas, de gestión de las propiedades y de industria alimentaria

Entonces, la población creció y las aldeas se multiplicaron.  Fue la distribución de sus excedentes la que permitió la revolución urbana que se vivió entre los siglos XI y XIII, cumbre del periodo que se ha llamado óptimo medieval. Al aumentar  la población, hubo presión para cultivar terrenos nuevos. La expansión de tierras cultivables se hizo a costa de la reducción de la superficie del bosque y de la incorporación de tierras marginales. Así, entre los siglos XI y XIII, se produjo una importante transformación de  nuevas tierras en Europa. Utilizando el fuego, la tala y el arado se fue reduciendo la superficie de bosques hasta reducirlos, en ocasiones, a espacios testimoniales diseminados y que hubo, en ocasiones que proteger de los cultivadores. Esto no obedecía a razones medioambientales sino a se ponía en riesgo el aprovisionamiento de madera. Otra opción era ganar tierras a los pantanos y zonas costeras. Esta ganancia de tierras fue obra tanto de campesinos aislados como de  roturaciones dirigidas por los señores (tanto laicos como religiosos).  En el siglo XIII, el proceso de expansión agrícola llegó a su punto máximo.

Esta roturación hizo posible el aumento de la producción de alimentos. Sin embargo también llevó, como indica la ley de Turgot o de los rendimientos decrecientes a un estancamiento de la producción y a un empobrecimiento general. Ya se sabe, a partir de cierto punto, el rendimiento de la tierra (factor fijo de la producción agrícola) tiende a estabilizarse o disminuir si se avanza en el empleo de los otros factores: trabajo y capital.  Éste fue uno de los factores que llevó a la  crisis del siglo XIV… pero sigamos.

A pesar de los progresos, la agricultura medieval manifestó siempre signos de precariedad debido a la imposibilidad de realizar la inversión productiva de los excedentes (extraídos en forma de renta feudal por la nobleza y el clero) y su estrecha dependencia de las condiciones naturales.

Volviendo a Champagne y a pesar de la coronación de Louis el Piadoso y la atención prestada a los vinos de Champagne y todas las vicisitudes que hemos contado, les prometemos que resumidamente, debemos reconocer que la región todavía no era especialmente conocida por sus vinos.

 

LAS FERIAS DE CHAMPAGNE EN LA EDAD MEDIA

 

De hecho, durante los siglos XII y XIII, Champagne era más conocida como lugar de celebración de ferias multitudinarias de tejidos y prendas atrayendo comerciantes de toda de Europa. Sin duda, esto ayudada a promover sus vinos, aunque la industria vinícola seguía siendo relativamente poco significativa.

Con todo, Enrique de ANDELY (poeta normando del siglo XIII) ya cantaba en su Bataille des Vins,  cómo, en la época en la que Felipe Augusto y su capellán se constituyeron a sí mismos como el primer jurado de vinos conocido, los crus de Espernai, Auviler, Chaalons y Reims se encontraban ente aquéllos que más les agradaron.  También es cierto que casi dos siglos pasaron antes de que Eustace Deschamps  (poeta nacido en Vertus en 1340) versara sobre los méritos de Cumières and Aÿ.

Tal vez convenga aclarar que La Bataille des Vins es un poema escrito en 1224 y que cuenta la historia de una famosa cata de vinos organizada por el rey francés Felipe Augusto. 70 muestras procedentes de Francia y de toda Europa incluyendo Chipre, España y la zona de Mosela) fueron catado y juzgados por un monje inglés. El monje clasificó los vinos y celebró los que le gustaban a la vez que excomulgó a los que no alcanzaban el nivel que al él le parecía el mínimo necesario. Como curiosidad, un vino dulce de Chipre (seguramente el Commandaria) ganó el concurso y mereció el título de Apóstol… pero sigamos.

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Primera página de La Bataille des Vins de Enrique de Andely

 

De todas formas, en el siglo XIII, estas ferias se institucionalizan en la región de Champagne y en ellas podemos encontrar todo tipo de especias, joyería, paños y sobre todo abundante vino, aunque todavía no espumoso.  En aquella época, los vinos blancos ligeros eran más populares.

Es obvio y ya lo hemos indicado, que el comercio de cualquier región y producto ha requerido (y requiere) de la existencia de vías de comunicación seguras. En nuestro caso, destaca la existencia de varias rutas fluviales navegables, sobre todo las de Marne, Aisne y Aube y  que van hacia París y Rouen. El comercio de la época era principalmente por río. Hay que tener en cuenta que en aquella época los caminos terrestres eran peligrosos y mucho más lentos que las vías fluviales. Es por esto, sobre todo, por lo que durante los primeros siglos de la Edad Media, el vino local es consumido por la nobleza y su comercialización es difícil debido a un mal sistema de transporte.

Como curiosidad, la primera representación conocida de barriles en un bajo relieve se encuentra en Cabrières- d’Aigues. La escena muestra a un barco remolcador en el Durance y representa muestra a dos esclavos que tiran de un barco dirigido por un barquero. Esta estela fue erigida a la gloria de un comerciante especializado en el transporte del vino a través del agua que debió haber vivido al comienzo de la época de Augusto.

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Bajo-relieve de Cabrières-d’Aigues con la primera representación conocida de toneles. Musée Calvet de Avignon.

Bajo el nombre de Ferias de Champagne se conocen las ferias celebradas desde el siglo XII en los dominios de los Condes de Champagne. Su éxito histórico se debe, parece ser, principalmente a la seguridad especial de la que disfrutaban los comerciantes y que era garantizada por los condes de Champagne personalmente. Las  ferias tenían lugar en las ciudades de Lagny-sur-Marne (una vez al año), Provins (dos veces al año), Troyes (dos veces al año) y Bar-sur-Aube (una vez al año).

El surgimiento de las dos primeras ferias se produjo por una excelente organización (que incluía pasillos, casas, almacenes), la concesión de importantes privilegios de personal y la garantía de impartición de justicia por parte de los condes de Champagne. Estas dos ferían terminarían siendo las seis ya citadas y otras de menor importancia a finales del siglo XII.

Thibault II estableció las reglas de las ferias a través de la promulgación de varias chartes (1137, 1164, 1176, etc.) y consigue que se respeten sus salvoconductos más allá de sus dominios. Además, la unidad de peso conocida como “marc de Troyes” que aparece en 1147 pronto se adoptará en París. Asimismo, el «denario de Provins” llega a ser una referencia monetaria en Italia. La “onza de Troyes” sigue siendo la unidad de referencia para la masa en cuanto a metales preciosos.

 

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Feria de Champagne. Grabado del siglo XIX publicado en Résumé de l’histoire de la Champagne, depuis les premiers temps de la Guale jusqu’à nos jours (M.F. de Montrol, 1826).

 

Estas ferias tenían una administración especial. Estaban dirigidas por dos maîtres (o guardias) y un canciller que tenían a sus órdenes tenientes, sargentos, notarios encargados de mantener el orden y la justicia en las mismas.  Desde 1147, el guardián de las ferias que garantiza el cumplimiento de las normas también pasa a asegurar el cumplimiento de los usos comerciales y desarrolla una auténtica jurisdicción. En el siglo XIII, los guardias incluso toman el papel de los notarios, sancionando la autoridad condal en los actos de derecho privado relativos a las transacciones y cuentas. En la segunda mitad del siglo, se dotan ellos mismos de notarios y fiscales para hacer frente al aumento del volumen de negocio.

El salvoconducto real concedido por Philippe Auguste en 1209 aumenta el prestigio de las ferias. En esta época ya forman un conjunto coherente que atrae tanto a italianos como flamencos. El salvoconducto real les asegura que cualquier mal que les acontezca será considerado como lesa majestad y perseguido por la justicia real.

De forma general, el salvoconducto de feria está expedido por el señor de la feria o por las ciudades que se encuentran en el camino de los comerciantes- Proporcionan una protección que garantiza atravesar su territorio. Estos salvoconductos se pagan. A cambio, el señor se compromete a indemnizar al comerciante si las mercancías son robadas al atravesar el señorío. No solían estar garantizados los daños ocurridos por la noche o en caso de guerra.

El Derecho de las ferias les reconocía una situación privilegiada. Los condes de Champagne ( e incluso el Papa para los mercaderes italianos) garantizaban la seguridad y una justicia rápida en caso de litigio.  Esta protección hizo de las ferias de Champagne el principal lugar comercial de Europa Occidental hasta finales del siglo XIII.

Las ferias de Champagne se convierten, a partir de 1250 aproximadamente, en auténticas plazas financieras y deben a ese papel haber sobrevivido como ferias de cambio  hasta alrededor de  1340 cuando la transacciones comerciales habían prácticamente desaparecido.

Estas ferias supusieron el renacimiento de las operaciones bancarias que habían desaparecido con la caída de Roma. Es obvio que las transacciones comerciales iban acompañadas de relaciones comerciales. Así, los últimos días de feria, los comerciantes dejaban paso a los cambistas instalados sobre un banco (de ahí viene lo de banco).

Así, estas ferias de Champagne se convirtieron en mercados financieros perdiendo su carácter original de feria de mercancías.

El siglo  XIII marca el apogeo de estas ferias. Hacia el final del siglo, razones políticas y el desarrollo de nuevas rutas suponen el fin del predominio de las ferias de Champagne.

Uno de los motivos es la apertura de nuevas rutas que comunican el norte de Italia con la actual Alemania así como las rutas marítimas que permiten a los italianos el acceso directo al mercado flamenco. Además, Paris crece en importancia como plaza financiera y se desarrollan en Italia producciones textiles.

De forma general, se produce un cambio de tendencia que se manifiesta vivamente al final del siglo. Se pasa de los mercados ambulantes a los mercados sedentarios. Esto supone que las ferias pierdan su importancia estratégica. El aumento de la seguridad provoca que sea más frecuente que las mercancías lleguen a buen puerto y, como consecuencia, la vida comercial se hace menos errante.

De esta forma, las ferias de Champagne entran en retroceso a partir del 1300 ante la competencia de las ferias de Paris y después las de Lyon), al estar estos lugares demasiado cerca para justificar el mantenimiento de todas ellas por parte de las grandes compañías italianas.

A todos estos factores hay que añadir la crisis del final de la Edad Media que fue tanto económica como demográfica.

Otro factor explicativo puede ser el recrudecimiento de los conflictos militares en Europa en General y en esta zona en particular a partir de 1280. Estos problemas de seguridad favorecen los transportes marítimos y de ahí el desarrollo de las galeras comerciales venecianas o de la Liga Hanseática que, aunque más lentas y menos regulares que las rutas terrestres, se convierten en mucho más seguras.

Tampoco podemos olvidar la imposición de impuestos sobre las ferias que desarrolla el conde Henri.

Por último, la boda de Juana de Navarra (condesa y heredera de Champagne) con Philippe IV “el Bello”, de lo que ya hemos hablado, en 1284 hace que el condado de Champagne entre en el dominio real provocando un cambio en las prioridades políticas.

La región de Champagne es, en el siglo XIII, también lugar de represión de  herejías. Se sabe que un número indeterminado de personas fueron quemadas en Troyes, Chalons y Provins. Destaca, sin embargo, la quema de cerca de 200 personas en Mont Aimé.

Del siglo XIII al siglo XVII, Champagne vive el cambio de varias dinastías reinantes y sufre el azote de conflictos, pestes y hambre. Habrá que esperar la llegada del Gran Siglo y la centralización de los poderes reinantes, que permitirán la construcción de caminos, vías fluviales y recintos fortificados, para que Champagne se convierta en una región vitícola con identidad propia.

Esto lo veremos en próximos capítulos.